miércoles, 30 de agosto de 2017

CAPITAL NACIONAL DE LA NAUTICA

Estimados amigos, les tengo material de lectura para el cockpit, aprovechando el mal tiempo.
Con intenciones de develar algo de la historia náutica de San Fernando, lugar físico de residencia terrenal, hice algunas averiguaciones que quisiera compartir con Uds... 



SAN FERNANDO y dos ASTILLEROS muy RECONOCIDOS:
La relación entre San Fernando y el Delta, los ríos, y obviamente, el transporte a través de ellos, se constituyeron en un elemento vital en la comunicación de la zona. Ya a fines del siglo XIX se establecieron las primeras líneas de navegación, entre ellas, la de Francisco Mari, que introdujo el primer vapor en el delta. Posteriormente se inició en esta tarea José Luciano, con el apoyo de Antonio Obligado y posteriormente el de Nicolás Ambrosoni, quienes crearon la compañía de Navegación Isleña.

Pero el centro de anclaje de hombres, embarcaciones y mercaderías fue el Canal de San Fernando, cuyo dique de carena, construido en 1875, cambió la historia del partido elevando su categoría de pueblo hasta el punto de convertirlo en ciudad, casi con su sólo empuje. Según cuenta De Marzi, un antiguo comerciante instalado en el canal desde la primera mitad del siglo XIX, los carreteros encontraban fletes con facilidad, y todos los días llegaban al canal tropas de carretas cargadas con mercaderías destinadas al delta y al Paraguay, volviendo de la misma forma: cargadas de cueros, plumas, yerba y otros productos que traían los barcos.

El movimiento era producido por las grandes empresas que explotaban las islas, dando trabajo a los lugareños y convirtiendo en tierras utilizables bañados y terrenos improductivos. Si bien todo este movimiento era importante, construido el dique, los malecones y dragado el Canal, el movimiento se hizo más intenso todavía.
En 1909 se hizo el primer empedrado de la calle Colón, que surcaba el borde del canal en dirección al río. A su vera, una enorme cantidad de changadores, peones y trabajadores por cuenta propia daban vida a los comercios e industrias que empezaban a instalarse en la zona.
 
Entre esas industrias, en relación con la náutica, la más importante fue la de los astilleros, que fundamentalmente se ocuparon de la reparación de embarcaciones, incluso de grandes barcos, y comenzaron a extenderse a lo largo de la costa del río Luján. 
Uno de los primeros astilleros instalado por propia cuenta en San Fernando, sobre el río Luján, a la altura del canal, fue el astillero y varadero “Sánchez”, propiedad de José Sánchez Gómez. El astillero se estableció en 1909 y entre las embarcaciones construidas por este astillero, debe recordarse al famoso vapor “Nicolás E. Ambrosoni”, propiedad de la Compañía de Navegación Isleña.
Posteriormente, en 1917, se estableció el astillero Pagliettini, en el que se construyeron infinidad de embarcaciones que surcaron los ríos del Delta. Su dueño, además de haber sido un pionero de la náutica, contribuyó permanente a la innovación del sector.
Habiéndose iniciado en los astilleros de Pagliettini, los hermanos Regnicoli, fueron fundadores de otro astillero, que en la isla ubicada frente al canal de San Fernando, levantaron con la ayuda de su padre en 1924.

Horacio Regnicoli recuerda los inicios de su padre en la actividad: “Mi abuelo siempre veía a mi papá con pedazos de madera y algún elemento cortante hacer botecitos o barquitos. Entonces le pidió al astillero de don Domingo Paglietini si no lo tomaba como aprendiz. Siendo un astillero de mucho prestigio, tomó a mi papá para enseñarle todo el arte de la construcción naval de embarcaciones hasta que a los veinte / veinticinco años, mi abuelo, compra un terreno que estaba frente al canal San Fernando e hicieron un galponcito de seis por seis, con unas chapas viejas y con palos de sauce, donde empezó a hacer entonces algunas reparaciones y fabricar algunas canoas para los isleños. El hermano menor de él, Gino, mi tío, cuando también tuvo edad para empezar a trabajar, hicieron una sociedad de hecho. En esos tiempos se construían embarcaciones para el trabajo, dado que no estaba muy difundida la actividad náutica deportiva. Eran muy pocas las familias que tenían acceso a este deporte. Los apellidos que yo recuerdo son de familias tradicionales de la Argentina, que como unos “aventureros”, practicaban la motonáutica. En aquellos años, no existían los motores marinos, entonces se compraba un coche antiguo en la calle Warnes, le sacaban el motor y el radiador que era de bronce y después vendían el resto. El motor lo marinizaban, lo adaptaban y lo instalaban en las lanchas o barcos.”

Seguramente, mis amigos de Museo Náutico Argentino deben tener mucha más info.

Nos vemos en la próxima? Recuerden: "Cuanto más se tarda, más se navega".