lunes, 27 de abril de 2020

MASCARONES DE PROA

Una de las partes mas llamativas de un barco antiguo es, sin duda alguna, el mascarón de proa. El mascarón es una escultura que, generalmente tallada en madera y ornamentada o pintada, según la jerarquía de la embarcación, se ubica bajo el bauprés embelleciendo la proa de la nave.
Todos hemos visto algunas vez una de estas obras de arte. Por ejemplo, la de la Fragata argentina Libertad lleva un mascarón que representa a una mujer con gorro frigio en señal de libertad. ¿Pero que finalidad cumple un mascaron de proa?
En la actualidad simplemente una decorativa, como lo viene siéndo desde la Edad Media. Pero en la edad antigua y hasta casi bien entrado el siglo IV, el mascarón de proa era un elemento importantísimo de la nave, podía cumplir una función religiosa, identificatoria o netamente bélica.
Son representativas de la navegación a vela y de los grandes buques de casco de madera de la época del descubrimiento, las conquistas y las grandes batallas navales.

Atractivas figuras femeninas talladas en madera atraían la buena fortuna de los navegantes de los océanos. Los Vikingos colocaban figuras totémicas para espantar malignos espíritus marinos, mientras los griegos y fenicios instalaban representaciones de dioses para darle confianza a la tripulación y proteger sus aventuras.
Según la tradición, los antiguos egipcios, griegos, romanos y otros pueblos de la antigüedad (y aun hoy pueblos orientales) pintaban ojos en las proas de sus naves para que el barco pudiese encontrar el camino mas seguro sobre el mar.

Mas antigua aún, era la costumbre de colocar en la punta de la nave la cabeza del animal sacrificado en honor de algún dios al comenzar un viaje.
Debido a las técnicas de construcción naval del mundo antiguo, en la proa quedaba un macizo madero vertical que, inmediatamente llamo la atención como punto apto para ser tallado y decorado, ya sea con fines religiosos o para identificar a determinado barco.
Cuando las artes del combate naval evolucionaron, creando el espolón, este tomo tanta importancia que comenzó a ser decorado. Esto continuó hasta los siglos XIII y XIV cuando el mascarón desaparece hasta su renacer en el siglo XVI. Desde entonces es que pasó a ocupar el tradicional lugar en la roda, bajo el bauprés y ya no se volvió a modificar.

Los motivos variaban desde figuras de santos a figuras mitológicas, emblemas nacionales o una figura alusiva al nombre del barco. Las medidas iban desde 45 cm hasta verdaderas estatuas de más de 2 metros de altura.
Eran objetos muy preciados por los hombres de mar de la antigüedad, elaborados por expertos artesanos inspirados, que esculpían la madera y la decoraban con varias capas de pintura de variados colores.
Muchos mascarones de la época de oro, que tomaban los navegantes en sus conquistas, fueron recubiertos con el preciado metal dorado para demostrar su poderío entre los piratas de los mares, muchos de ellos hoy se exhiben como reliquias en los museos del mundo.

Cualquiera sea su forma, los mascarones de proa eran la carta de presentación de los navegantes que se distinguían por su elegancia y espíritu marino.
Todo esto no era barato (las tallas y dorados se hacían por artesanos especializados) y, en más de una ocasión, los mascarones y tallas eran protegidos por especies de jaulas de hierro de cualquier avería en batalla, al punto tal que la construcción de éstas era un artículo importante de un equipamiento naval.
Los costos pasaron a ser tan altos que, desde 1690, los distintos Almirantazgos comenzaron a reglamentar y limitar el coste y peso de estos mascarones. Además, es de suponer que, con el progreso de la construcción naval y de la artillería, estos elementos decorativos se hacían cada vez mas inútiles y vulnerables.

Para comienzos del siglo XIX, en la época de Trafalgar, las decoraciones eran muy sobrias en lo referente a buques de guerra y los mascarones se reducían a un simple escudo heráldico o figura humana o animal.
El advenimiento del casco de hierro y los clippers de limpia línea no significaron, en principio, la desaparición de los mascarones, aunque si fueron, en muchos casos reemplazados por arabescos a ambos lados de la proa o, en los buques de guerra por los escudos nacionales rodeados de una relativamente trabajada alegoría (como el crisantemo de los barcos japoneses) pero, al comenzar el siglo XX, los grandes navíos desecharon los adornos de proa, obedeciendo a las normas dictadas por la ingeniería y construcción naval.
Sin embargo, en los veleros escuela y en algún que otro barco, aún pueden verse estas magnificas figuras que son verdaderas esculturas. En Buenos Aires existe una interesante colección de mascarones de proa del siglo XIX de aquellos inmigrantes que se instalaron en el Riachuelo de la Boca.

De lo descripto entonces, se desprende que el Navegante Clásico que posea en su barco un mascarón, tiene en realidad dos grandes tesoros! Estimados colegas, nos vamos despidiendo deseándoles a todos una muy buena singladura en casa!
#QuedateEnCasa

Fuente: "Sucinta Historia de los Mascarones de Proa"

domingo, 19 de abril de 2020

EN BUSCA DEL MOTOR IDEAL

En el caso de pensar en renovar nuestro viejo motor diesel de nuestra embarcación de desplazamiento, lo esencial es tener una estimación de cual será la potencia necesaria para conseguir que la embarcación alcance su velocidad máxima.

Se deberá tener en cuenta las unidades de medida que se emplean para expresar la potencia de los motores. Aunque técnicamente sería inexacto decir que un CV (Caballo Vapor) es lo mismo que un HP (Horse Power), podemos considerar que se trata prácticamente de la misma magnitud. En consecuencia, cuando una potencia de un motor está expresada en CV o HP no tenemos que apreciar, a efectos prácticos, diferencia sustancial alguna. En cambio, cuando la potencia se expresara en Kilowatios, facilmente se podrá efectuar la conversión a CV multiplicando el valor Kv por 1,35.


Cuando se realizan cálculos para la obtención de la potencia de motor necesaria para impulsar un barco, uno de los factores a tener en cuenta es la relación entre la velocidad y la eslora de flotación.
Todos los fabricantes de motores expresan en sus especificaciones la potencia de referencia de un motor para un determinado número de revoluciones por minuto (r.p.m.) que debe alcanzar este para entregar esa potencia. Esta condición tiene una importancia específica en el momento de decidir con que motor nos quedaremos, pues no será lo mismo, por vibraciones, ruidos, consumo y desgaste, un motor que a 2000 rpm alcance 40 HP, que uno que alcance la misma potencia a 3600 rpm.
Si se divide la velocidad que alcanza el barco (en nudos), por la raíz cuadrada de la eslora de flotación (en pies), se puede concluir que un motovelero suele tener una relación Velocidad/Eslora de flotación baja, inferior a 1,6.

Una regla sencilla consiste en multiplicar por 4CV las toneladas de desplazamiento de la embarcación clásica a la cual deseamos conocer la potencia necesaria. Este valor nos dará una potencia de motor aproximada que nos permitirá navegar a un 75% de la máxima potencia del motor, obteniendo así una velocidad de crucero acorde a las expectativas.


   

Normalmente, el fabricante, proporciona la información relativa al número de rpm máximas que puede alcanzar el motor en períodos temporales y también cual es el régimen de rpm adecuado para velocidad crucero de nuestro motor, que suele rondar el 75% del límite máximo. Estos datos nos indica que llevar el motor por debajo de ese régimen de rpm causará deterioro a los componentes internos a largo plazo, y por lo tanto no es aconsejable sobredimensionar el motor más allá de lo que nos permite nuestra eslora de flotación, como no es recomendable modificar las dimensiones de la hélice que nos impidan alcanzar el número óptimo y el máximo de rpm.

lunes, 6 de abril de 2020

MANCHONES FLEXIBLES DE ACOPLE

Un secreto que contribuye al sistema de tracción de una embarcación!
Una pieza, de variados materiales y formas que salvaguardan la salud de la hélice, del eje y de la caja.
Les comparto este artículo que no está de más tener en cuenta.


La conexión de los elementos propulsores, en las embarcaciones con motores internos, son las siguientes: La hélice, conectada firmemente al eje, el cual atraviesa el casco para unirse a una conexión flexible que lo conecta a la caja, directamente acoplada al motor. Este descansa sobre soportes de goma fijados a los largueros estructurales de la embarcación.
La conexión flexible debe ser capaz de operar en los dos sentidos, es decir, soportar el esfuerzo de propulsar hacia adelante y aguantar el tirón de la hélice al aplicar reversa. En las embarcaciones de desplazamiento, generalmente con relaciones 2:1, estos flexibles deben girar a 1000 rpm, lo que representa 16,5 giros por segundo, es por ello que debe ser de buena calidad y garantidos además de estar perfectamente balanceados para no agregar vibraciones a la línea de eje.


El montaje de estos acoplamientos flexibles, en la mayoría de los casos, está sujeto por un lado al plato de la caja o inversor y por el otro al eje de la hélice y cumplen con cuatro importantes funciones.
Amortiguan la torsión: Al aplicar la marcha, el motor transmite su potencia a la línea de eje y este a su vez a la hélice que está detenida, de modo que comienzan a girar solidarios. Siendo la masa del eje y la hélice de un valor importante, es necesario amortiguar adecuadamente la transición de la hélice de parada a en movimiento. Como acción secundaria, este elemento con masa flexible, sirve también para amortiguar los golpes que las palas pueden dar contra un objeto duro que encuentre en su camino. De no existir este elemento, los dientes de los engranajes de la caja sufrirían toda la carga del impacto.


Flexibilidad radial: Si bien es cierto que el motor debe estar montado sobre soportes, generalmente integrados com goma de alta densidad que absorven la vibración que este genera, cierto nivel de esta vibraciones se transmiten al eje de la hélice en donde estos acoplamientos cumpliran con la función de reducirlas aún más o, en el mejor de los casos, hacerlas desaparecer.
Marcha pareja: A muy bajas revoluciones el motor tiene una marcha áspera, rugosa, el acople suaviza el tren de marcha del eje.



Fusible: En el caso de una eventual paralización del giro del eje y su hélice, por algún obstáculo bajo el agua como un palo o un cabo enredado, etc., el acople flexible funciona de fusible rompiéndose y evitando que el motor, la caja, la hélice o el eje tengan un daño de mayor importancia.