lunes, 25 de enero de 2016

CAMALOTEANDO

Crónica de una navegación singular. Aunque parezca mentira el artículo que se cita a continuación del diario El País no es actual, data del 10 de mayo de 1983, y la semejanza con el presente es asombroso.
Más de 200.000 personas han sido ya evacuadas de las provincias del norte argentino, asoladas desde hace dos meses por un anormal régimen de lluvias, presumiblemente originado por la gigantesca presa brasileña de Itaipú. Cientos de miles de hectáreas de las provincias argentinas de Formosa, El Chaco, Misiones, Corrientes, Entre Ríos y Santa Fe han quedado anegadas para siempre, según los hidrólogos. Los repuntes de los ríos Paraná y Paraguay, y sus afluentes, que penetran en Argentina desde el Paraguay, para desembocar en el río de la Plata, alcanzan ya hasta diez metros sobre su nivel habitual. El excedente de agua que baja del Norte, de la Mesopotamia argentina, arrastra ingentes masas de camalotes (vegetación flotante) de hasta cuatro metros de espesor...

Teníamos noticias de un amigo que había suspendido una derrota a Villa Paranacito por existencia de camalotes en algunas vías navegables, sobre todo en el Guazú, pero nuestro primer contacto asombroso lo tuvimos en la tarde del jueves 14/01/16 cuando llegamos hasta el Paraná y el Canal Gobernador de la Serna y no pudimos continuar con nuestra derrota prevista hasta el Paraná Miní. Bajamos por la Hidrovía buscando un acceso a la segunda sección y así fue que relevamos las bocas del arroyo Paycarabí y del Capitancito, este último absolutamente taponado. No está de más acotar que por frente a esa misma costa corría agilmente, río abajo, una franja de camalotes movedizos de unos 80/100 metros de ancho.


A medida que nos fuimos adquiriendo experiencia con cada batalla, fuimos mejorando la táctica de ataque para ingresar traspasando camalotales, pero esta primera fue complicada por que no conocíamos el espesor de la masa y por que la cucharita de la toma de agua del motor se encuentra muy a proa por la disposición de éste. El resultado fue favorable (Palometa 1 - Camalotes 0), aunque nos demandó mucho tiempo y una machaza obstrucción en la toma y en el filtro de refrigeración del Gray. Ya adentro, en aguas relativamente abiertas, nos dispusimos a limpiar la cucharita, filtro, etc.


A medida que transcurrían las horas, y con el cambio de la marea, el Aº Paycarabí se empezó a cerrar. La incertidumbre y nuestra pasividad forzada empezaron a hacerse sentir. No había más opción que esperar al día siguiente, y así lo hicimos.
El viernes trajo aires renovados, positivos y un "Payca" navegable. Zarpamos con rumbo río arriba hasta la confluencia con el Aguaje del Durazno en donde una barrera verde nos impidió el paso y debimos retroceder para volver al Palmas en busqueda de un nuevo paso que nos llevara al Miní. Otro cruce de camalotes y el reloj de temperatura que nos alertaba sobre otro bloqueo, mucho menos importante que el primero.
Continuamos hasta el de la Serna y esta vez pudimos franquear un tapón mucho más abierto. Adentro, el canal presentaba un 60% de obstrucción amontonado sobre toda la costa W por efectos del viento, que se mantuvo hasta llegar a nuestro destino. El Miní corría mucho, con grandes matas de pasto, troncos que velaban, repollitos y algo de agua en donde navegar. Con este panorama lo más acertado era escapar de ahí y entonces navegamos hasta el Canal Arana y luego el Barca hasta la Barquita.


Cuando llegamos a la boca todo parecía haber quedado atrás, con rachas de 16/18 Nds. del E/SE y bien pegaditos a la costa Este, con muy buena profundidad, nos relajamos y empezamos a pensar en la cena. Antes de terminar de caer el sol la marea cambió y con ella el escenario, al empezar a entrar pequeñas islas flotantes, que fuimos esquivando, quedamos bastante más en el medio. El tema fue cuando volvió a cambiar, apenas pasada la media noche. Dentro del camarote se podían escuchar grandes volúmenes de vegetación que hacían cabecear la proa y luego un rozamiento intenso cuyo rugido se perdía a medida que llegaba al final de la eslora, no escucharlo significaba problemas, quería decir que había quedado enganchado en el cabo de fondeo y que en cualquier momento empezaríamos a movernos involuntariamente de donde estábamos fondeados.
Cuatro veces garreamos con velocidades superiores a la que nuestra motorización es capaz de desplazar al viejo de madera, de noche, con una luna que iluminaba lo suficiente como para saber en donde estábamos y hacía a donde íbamos. Con la última garreada, a las 7 de la mañana, nos movimos hasta la Barquita, sobre la costa de menor profundidad, en donde los camalotes no molestaran y allí descansar un par de horas antes de emprender otra jornada de navegación.


Era evidente que teníamos que dejar ese paraje, la primera opción barajada fue subir hasta el arroyo Cruz del Sauce y bajar por este al arroyo Largo y así caer en el Miní para terminar en el Club Motonáutico Argentino. Como podrán observar en la foto superior, el ingreso estaba complicado y en el fondo de la entrada se divisaban gran cantidad de la variedad Jacinto de agua. Este tipo de camalote es el que tiene sus raíces en forma de cabellera y es el enemigo número uno de bombas de agua y filtros. Con el cambio del viento la Barquita empezaba a cerrarse y entonces recurrimos al plan B: llegar hasta el Barca.


El viento del Norte estaba metiendo mugre del Barca en cantidad y salimos navegando con cautela y con la contramaestre marcando, en proa y con sus brazos, las delgadas vías de agua por donde arrumbar. Ya en la Barca y con un río liberado buscamos el Arana y bajamos hasta el Miní; un Miní sucio, con poca corriente y mucho camalote desparramado de costa a costa. Nos ayudo tener el mismo sentido de dirección que las plantas acuáticas, por eso llegamos el CMA sin novedad y sin poder amarrar.

Muelle del CMA
Improvisando a cada instante se nos ocurrió comunicarnos con Prefectura Chaná - Miní e informarles los motivos del por que nos estábamos amarrando al muelle de la Capilla Nuestra Señora del Rosario. Ahí hicimos noche y debido al cambio de dirección del viento nocturno, al día siguiente nos mudamos al Motonáutico.
Pensamos que habíamos tenido bastante de aventura y continuar en esas condiciones era una locura, por eso los siguientes cinco días nos encontraría amarrados y conectados cómodamente en este club.
Pero a quien quiero engañar? Carentes de emoción, los días pasaban apacibles y así no se disfrutaban! Así fue que encaramos una navegada en el Piraña a Timoteo Dominguez.


Poca obstrucción en la boca del Miní y en los Pozos del Barca, pero cuando entramos al Paso Petrel la cosa se complicó. El canal, entre la Oyarvide y la Lucia, presentaba una oclusión del 70/80% de vegetación acuática que nos obligó a disminuir considerablemente la velocidad y levantar varias veces el motor para destrabar guías y raíces de la hélice, lo que regularmente hacemos en 40 ó 50 minutos lo hicimos en 1:20' hs. La isla había escondido gran parte de sus playas bajo el agua y mostraba signos violentos de alguna tormenta reciente. Dado que no había mucho que hacer  y que en el Canal Buenos Aires se empezaban a ver unos picos blancos sobre la superficie de río nos aprestamos a volver. En pleno planeo, en medio del canal, el fuera de borda empezó a desacelerar, llegando casi al régimen de ralenti. Con el chicler de alta tapado y solo con el "equipito" original de herramientas a bordo, el cual carecía de un tubito de 10 mm. indispensable para quitar el filtro de aire y descolgar el carburador, continuamos como pudimos haciendo uso intermitente del cebador para ganar algunas vueltas. El suplicio de la vuelta duró 3 horas y media y al cual se le agregó los efectos del sol y del cansancio.


El último día hábil de la semana, ya con el problema mecánico solucionado, salimos a probar el semi por el Chaná que se encontraba taponado en los primeros quinientos metros a partir del Miní. Llegamos hasta el palo 16 de los bajos y después paramos bajo unos sauces para almorzar en el Aguaje del Durazno, el cual se encontraba absolutamente liberado. El agua había bajado mucho y limpió bastante, la térmica llegó a 41º C... un infierno!
La espera del día propicio para retornar al puerto de origen había concluido, el sábado desde la madrugada había empezado a soplar SE y esto nos garantizaba el estado del de la Serna para regresar, de todas maneras nos quedaba un día en la bolsa por si la cosa se complicaba y había que aguantar. Pero todo salió bien. El único obstáculo que encontramos de vuelta fue un tapón, unos 700 metros antes de llegar a un Paraná picado, que los buque Hernandarias y Atahualpa se encargaron de abrir en vuelta encontrada.



Aunque de pocas millas esta travesía fue lo que necesitamos: un poco de emoción, mucho descanso, reencuentro con experiencias poco comunes, algo de aventura y una pizca de desconexión.

Ahora a ponerse a trabajar en las vacaciones, que seguramente se decidirán a último momento, dependiendo del estado y las alturas de las aguas. Nos vemos, hasta pronto!