Hace aproximadamente unos diez días, en la web Navegantes Clásicos, escribíamos sobre la cantidad de nuevos navegantes que se acercan al delta. La ansiedad de poner en práctica todos los conocimientos tomados en el curso, hace que el iniciado nauta se movilice hasta las amarras, guarderías y clubes todos los fines de semana y cuanto feriado existente se cruce en su rumbo. Esta experiencia, la cual nosotros ya hemos pasado, tiene como consecuencia directa "aburrir" a los nuestros si éstos no están totalmente dispuestos a emprender y/o participar de esta nueva actividad.
Es entonces cuando lo que nació como un sano esparcimiento se convierte en un punto de inflexión y pasa a ser el motivo de desencuentros, enojos y reclamos en el seno familiar.
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Aunque éste pueda ser uno de los motivos, no es el único que condena a un yate al abandono (Yate: denominado así a cualquier embarcación con la que se practique navegación de recreo, ya sea deportiva o de placer).
Con los primeros calorcitos y el regreso a la amarra se pueden descubrir dos cosas: una, que se ha generado una deuda considerable con el club o la guardería y otra, que al permanecer tantos meses sin atención se habrán formalizado ciertos deterioros. Es hora entonces de decidir a priori que se encara primero, si la deuda o el deterioro; teniendo muy presente que el seudo tiempo ganado anteriormente solo ha servido para complicar más la situación y potenciarla en el caso de trasladar todo al año siguiente. En este caso, a veces se generan deudas que superan el valor del detiorado yate y en consecuencia su abandono.
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Colegas nautas, fue un placer encontrarnos con Uds. y les deseamos a todos la mejor de las travesías! Hasta la semana que viene...