El 17 de diciembre de 1939, el acorazado de bolsillo Graf Spee fue hundido en el río de La Plata.
La Segunda Guerra Mundial trasladaba así sus acciones a miles de kilómetros del escenario central. El Graf Spee había sido botado en 1934 y al estallar la guerra se encontraba en el Atlántico con la misión de perseguir y destruir el comercio marítimo inglés. Después de haber hundido nueve barcos aliados, tenía previsto dirigirse a la bahía de Santos. Pero el capitán Hans Langsdorff halló cierta documentación en la última nave inglesa atacada que lo convenció de dirigirse hacia el Río de la Plata.
El 13 de diciembre los cruceros británicos Ajax y Exeter y el neocelandés Achilles navegaban próximos a Montevideo a las órdenes del capitán Harwood. Su objetivo era acabar con el corsario alemán. Poco antes de las seis se produjo el avistaje y minutos más tarde comenzó la batalla. En algunos momentos podía ser vista directamente desde la costa uruguaya. Entre las llamas y el tronar de los cañones, los cruceros ingleses trataban de destruir al Graf Spee, que tenía mayor capacidad militar. De pronto, un impacto en el sistema de timonera dejó fuera de combate al acorazado alemán que, con graves averías, 36 muertos y 60 heridos, tomó rumbo a Montevideo.
Los barcos ingleses se limitaron a seguirlo. El capitán Langsdorff pidió 14 días de plazo a las autoridades uruguayas para reparar la nave, pero se le concedieron sólo tres. La inteligencia británica hizo creer a los alemanes que tenía más naves aguardando. El día 17, el Graf Spee se alejó del puerto. A 4 millas de la costa, el capitán ordenó a la tripulación, de más de 1.000 hombres, pasar a otro barco. A las 19.50, una tremenda explosión acabó con el Graf Spee. El capitán, que tomó la decisión de volarlo, se suicidó poco después.